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29/10/09

De 1808 a 1833, relato e reflexións sobre a historia de España

En cuanto regresó de su viaje, lo primero que hizo Al­varo fue pasar por la calle del Caldero (...)
Entre los reflejos cruzados del Camino de los Cristales, Hans se detuvo en seco. Un momento, dijo, pero, ¿pero el café no estaba ahí, enfrente de? Bah, se encogió de hombros Alvaro, siempre pasa lo mismo. Tú no hagas caso y sigue caminando, que ya aparecerá.
Jugaron al billar, hablaron de Londres y repasaron la pren­sa extranjera. En la tercera de La Gaceta, Alvaro leyó una cró­nica sobre la sublevación en Cataluña. Se habían visto banderas con el rey Fernando colgado de los pies, la revuelta avanzaba por Manresa, Vich, Cervera. Los campesinos se sumaban a la revuelta apoyados por militares disidentes. Buenas noticias, ¿no?, comentó Hans. Más o menos, dudó Alvaro, esto me huele a car­lismo, ojalá no se trate de derrocar a un traidor para coronar a un retrógrado. ¿Y qué es el carlismo exactamente?, preguntó Hans. Uf, resopló Alvaro, eso mismo quisiéramos saber los es­pañoles. En fin, si tienes tiempo haré lo que pueda. Aunque ni los carlistas podrían explicártelo.
Hans escuchaba asombrado el relato sobre la política española de los últimos años. Y, tal como le había advertido su amigo, no era fácil de entender.

O sea, resumió Alvaro, primero Fernando el cabrón conspira contra el traidor de su padre, después lo juzgan y lo absuelven, y más tarde su padre abdica en él, ¿has­ta aquí bien? Napoleón los secuestra a los dos y soborna a Fer­nando, Fernando le devuelve la corona a su padre y su padre se la vende al hermano de Napoleón. ¿Somos lo más grande! Fer­nando queda preso, o mejor dicho queda dándose banquetes en un castillo, hasta que termina la guerra de independencia. El cabrón de Fernando se disfraza de mártir y el pueblo, como siempre, lo recibe como al Mesías. Bonaparte reconoce a Fer­nando como rey cabrón de España, se suprime la constitución republicana y empieza la restauración, ¿no? El rey cabrón con­cede una amnistía, volvemos unos cuantos y él acepta a regaña­dientes la constitución de Cádiz, que como te imaginarás no duró mucho (entendido, asintió Hans, o más o menos, ¿y después tú qué hiciste?), por un tiempo creí que iba a quedarme en Es­paña, pero las cosas no pintaban bien y Ulrike tampoco estaba segura, nuestra vida ya estaba en otro lugar y, bueno, además pensábamos en tener esos niños alemanes que nunca tuvimos. Espera, que me tomo otra. Dios mío, ¡si existieras! Nos volvemos a ir, el liberalismo se acaba pronto, y en el 21 hay una sublevación en Barcelona. Yo intento viajar para apoyarla, pero cuando mi diligencia se acerca a los Pirineos nos enteramos de que la suble­vación está siendo sofocada y entonces, lo confieso, doy media vuelta y vuelvo a Wandernburgo. ¿Sabes?, de lo que más me arrepiento en la vida, además de no haber tenido un hijo con Ulrike, es de no haber seguido viaje ese día (no digas tonterías, dijo Hans, ¿tú qué ibas a hacer?), ¡yo qué sé!, donar dinero, pegar tiros, ¡algo! (aunque sé que lo hiciste, me cuesta imaginar­te disparando), no te extrañes tanto, en algunas circunstancias la violencia es la única manera de hacer justicia (lo dudo, objetó Hans cruzándose de brazos), que uno lo dude, mi querido ami­go, o que tenga miedo, no significa que no sea cierto.
Sí, otra, gracias, ¿por dónde íbamos?, continuó Alvaro, ah, el 23. Y se veía venir, Metternich y Federico Guillermo ya lo habían probado en Italia. Llegaron los cien mil hijos de puta de San Luis, le echaron una mano a Fernandito, ¡con las armas, lo ves!, y adiós a la constitución y lo demás. La Santa Alianza ocupó España como nunca lo había hecho Bonaparte, persiguieron a medio país, la inquisición se puso en forma y así, querido mío, mi país volvió al lugar que más le gusta: el pasado. Así es España, Hans, un carrusel eterno. Scheiśe! ¿A ti te gusta Goya?, a mí también, ¿y por casualidad no habrás oído hablar de un cuadro que se llama Alegoría de la villa de Madrid?, bue­no, no importa. En ese cuadro aparecía un medallón con el retrato de Pepe Bonaparte, Goya le había jurado fidelidad como tantos ilustrados. Pero cuando Madrid se libera de los franceses, Goya sustituye la cabezota de Pepe Bonaparte por la palabra constitución, ¿qué te parece? Y unos meses después vuelve a po­ner la cabezota, cuando los franceses recuperan la ciudad. Don Francisco no duda en reescribir constitución después de la vic­toria final, ¡y atención!, en el 15 tapa la palabrita con un retra­to de Fernando el cabrón, que aguanta su cabeza ahí hasta el trienio liberal. Entonces la constitución vuelve al cuadro hasta el maldito 23, y vuelta a empezar. ¿Somos o no somos un ca­rrusel? Para mí Goya es el mayor genio de Europa, y ese cuadro el mejor ejemplo de la historia de España (no sabía, se sorpren­dió Hans, que Goya fuera tan calculador), ¡pero si no fue cal­culador, Hans!, así estuvo media España, viendo quién ganaba para salvar el pellejo. Unos lo hacían por sus hijos, otros por su trabajo, seguramente yo lo hubiera hecho por Ulrike. Así de simple. Al fin y al cabo, ¿qué hicimos otros? Irnos.
A la otra España, dijo Alvaro vaciando su jarra, siem­pre la desmantelan. Pasó con los reyes católicos, pasó con la contrarreforma, siguió pasando durante tres siglos, pasó en el 14, acaba de pasar en el 23, ya veremos cuándo toca la próxima. Un país tan conservador y monárquico sólo puede criar rebeldes rencorosos, y los rebeldes rencorosos sólo pueden terminar cas­tigados por su patria (la patria no existe, dijo Hans, ¡tú le echas la culpa de todo a la patria!, los que castigan son los patriotas), no, no, te equivocas, por supuesto que existe, y por eso nos duele tanto (bueno, entonces, por puro patriotismo, te habrá dolido mucho perder las colonias), ¿a mí?, ¡qué va!, ¡a mí me alegra!, ya era hora de dejar de fingirnos un imperio y concen­trarnos en nuestros propios desastres. Y los turcos en Atenas, lo mismo. A mí lo del pobre Riego me encantó, ¡eso sí que es un patriota!, masón, afrancesado y general de España (¿qué hizo?, cuéntame), pues mira, en vez de combatir a los independentis­tas americanos, el hombre se subleva, exige la constitución de Cádiz y extiende el movimiento por Galicia y Cataluña. ¡Per­fecto!, ¿qué culpa tiene América? Dudo que Bolívar haga con su pueblo nada peor de lo que hicieron nuestros virreyes (él quizá no, ya veremos qué hacen con el pueblo las oligarquías nacio­nales después de independizarse), ah, ese es otro tema, yo creo que les convendría unirse ¿lo ves?, ¡los imperios existen, las patrias no!), mira que eres terco (oye, ¿y qué pasó con el gene­ral?), ¿con quién?, ¿con Riego?, nada, lo ejecutaron entre aplau­sos en una bonita plaza de Madrid.



Andrés Neuman; El Viajero del siglo, Alfaguara 2000

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Julián, gracias por tu comentario! Me hizo mucha ilusión :)

Este año cuento con un profesor genial de Ed.artística y su didáctica que nos propuso pegar bubbles como el que puse en el blog por la ciudad, en las paradas del bus, etc. para ver qué contestaba la gente. Sorprendentemente la gente va contestando!

Las clases bastante bien, aunque algo descontenta con algunos profesores...faltan mucho y se curran poco las clases! Goretti y yo echamos de menos un Julián, un Francisco, un Xose Luis, un Sebas, una Conchiña...jeje
Y por lo demás bien, sigo jugando al baloncesto y eso me motiva bastante la verdad (y ya tengo que estarlo porque entreno hasta las 12 y pico de la noche, uf xD)

Qué tal todo? Alguna novedad por el insti?jeje

Un abrazo muy grande!
Ángela

julián dijo...

Eu tamén me alegro un montón de reencontrarte.
Vexo que andas atarefada e facendo cousas moi interesantes.
Tes que me contar algo sobre iso dos bubles que ao mellor se pode aproveitar para o insti ou a biblioteca.
Moitos recordos tamén a Goretti e unha aperta.
Julián

PD Cando queiras estás invitada a un café (é que percebes non vende Cándida, XDD)

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